El fin de semana fue bastante bueno para mí, el día sábado fui a una boda y el domingo tenía la expectativa de asistir al partido América-UNAM. Creo que no hay nada más divertido que un evento nupcial, se come, se bebe, se baila y sobre todo se experimentan diversos sentimientos. Algo que quizás se podría comparar con un enlace matrimonial es asistir al estadio a apoyar a tu equipo. El duelo entre águilas y universitarios se vive con mucha intensidad tanto en la cancha como las tribunas, en lo personal como incha azulcrema disfruto más este partido que cuando se juega contra el rebaño.
América venía de derrotar al Cruz Azul, UNAM traía una buena racha. Se jugaban puntos valiosos para ambos grupos y eran cruciales para el destino del grupo 2 del fútbol mexicano. La boda había sido memorable, de aquel evento sólo quedaba la resaca, pero la emoción de asistir al coloso de Santa Úrsula disipaba cualquier malestar. Todo el ambiente olía a fútbol, amarillo y azul, azul y oro se fundían para formar un mosaico multicolor de pasiones.
Las voces del estadio se perdían entre “las goyas” y “el vamos América”. El odio que existe se refleja en las tribunas, conatos de bronca e insultos se hacen presentes de principio a fin. El silbatazo inicial fue el incentivo para explotar, lamentablemente éste fue una de las pocas emociones. Las aficiones se entregan al máximo, pero en la cancha, por momentos, sólo se veía apatía. El gol nunca llegó, oportunidades de ambos bandos, pero el grito de gol se guardó en las gargantas de los aficionados.
Es triste que dos equipos grandes jueguen a no perder, los tres puntos estaban en el aire, pero prefirieron defender el punto que otorga el empate. Después del partido, solamente pensaba en lo bueno que había estado la boda y lo malo que estuvo el cotejo. Los recién casados se fueron a su luna de miel, en el partido no hubo tal, nadie la metió…
A los nuevos esposos les deseo mucho éxito y sobre todo que sean apasionados el uno del otro, que se amen y se cuiden, que estén juntos en las buenas y en las malas y sobre todo que sean felices.
Hablo como incha americanista que lleva sufriendo un buen rato. A los jugadores les faltó pasión, la afición los cuida y arropa pero ellos no sienten amor por la camiseta, son la excepción quienes de verdad sudan el jersey. En las buenas y en las malas los verdaderos americanistas apoyamos a nuestro equipo, pero es notable el divorcio entre los aficionados y el equipo.
América venía de derrotar al Cruz Azul, UNAM traía una buena racha. Se jugaban puntos valiosos para ambos grupos y eran cruciales para el destino del grupo 2 del fútbol mexicano. La boda había sido memorable, de aquel evento sólo quedaba la resaca, pero la emoción de asistir al coloso de Santa Úrsula disipaba cualquier malestar. Todo el ambiente olía a fútbol, amarillo y azul, azul y oro se fundían para formar un mosaico multicolor de pasiones.
Las voces del estadio se perdían entre “las goyas” y “el vamos América”. El odio que existe se refleja en las tribunas, conatos de bronca e insultos se hacen presentes de principio a fin. El silbatazo inicial fue el incentivo para explotar, lamentablemente éste fue una de las pocas emociones. Las aficiones se entregan al máximo, pero en la cancha, por momentos, sólo se veía apatía. El gol nunca llegó, oportunidades de ambos bandos, pero el grito de gol se guardó en las gargantas de los aficionados.
Es triste que dos equipos grandes jueguen a no perder, los tres puntos estaban en el aire, pero prefirieron defender el punto que otorga el empate. Después del partido, solamente pensaba en lo bueno que había estado la boda y lo malo que estuvo el cotejo. Los recién casados se fueron a su luna de miel, en el partido no hubo tal, nadie la metió…
A los nuevos esposos les deseo mucho éxito y sobre todo que sean apasionados el uno del otro, que se amen y se cuiden, que estén juntos en las buenas y en las malas y sobre todo que sean felices.
Hablo como incha americanista que lleva sufriendo un buen rato. A los jugadores les faltó pasión, la afición los cuida y arropa pero ellos no sienten amor por la camiseta, son la excepción quienes de verdad sudan el jersey. En las buenas y en las malas los verdaderos americanistas apoyamos a nuestro equipo, pero es notable el divorcio entre los aficionados y el equipo.
Bolita, por favor.