jueves, 17 de enero de 2013

Historias


Las hay grandes y pequeñas, gruesas y delgadas, algunas lucen bien y otras resultan espantosas, nos avergonzamos de algunas pero nos enorgullecemos de otras. Las cicatrices son parte de nuestras vidas y todos tenemos alguna marca que es imborrable en nuestro cuerpo. Según Juan Gabriel Vásquez en “El ruido de las cosas al caer”, Premio Alfaguara 2011, las cicatrices son elocuentes. Coincido completamente con el escritor colombiano, las cicatrices siempre nos hablan con coherencia, son rastros inequívocos de que estamos vivos. Las cicatrices no sólo son marcas en nuestra piel, las cicatrices siempre nos cuentan algo, las cicatrices son historias.
Detrás de cada cicatriz en nuestro ser se esconde una historia; éstas cuentan aventuras y proezas de la infancia, son relatos de accidentes que quisiéramos olvidar, son la sombra de lo fuimos.
Miro mis brazos y veo pequeñas cicatrices que espero se borren pronto, a ojo de buen cubero podrían parecer el rastro que dejó la rubiola o el sarampión, pero éstas son el resultado de una  aventura. El pasado mes de diciembre fui a “Banco de Oro”, playa ubicada en el estado de Oaxaca; playa completamente virgen en donde sólo viven unas 20 familias de pescadores. El lugar es un verdadero paraíso, un lugar libre de cualquier complejo turístico, un territorio en donde ni siquiera llega la señal de Telcel. “Banco de Oro” resulta el lugar indicado para estar con uno y sus ideas, abunda el silencio y sobra la paz, sólo están el cielo y la mar.
Alejarse de la civilización resulta complicado, no es tan romántico como uno pudiera suponer.  No estamos acostumbrados a estar lejos de la televisión, el internet o un baño con agua calientita. Estar en un lugar tan rustico resulta perfecto para valorar todo lo que tenemos y para conocer otra manera de ver la vida, otra forma de vivir. Las personas que viven ahí son completamente felices y sanas, son personas que se dedican a la pesca, personas que viven tranquilas sin ser presas del frenesí de las grandes ciudades.
¿Cuál es el origen de las cicatrices? Nos quedamos en una cabaña que hace mucho tiempo no tenía visitas y a los inquilinos no les gustó nuestra presencia, particularmente la mía. Al decir inquilinos, me refiero a unas terribles hormigas. Éstas se ensañaron conmigo, dejándome marcas por todo el cuerpo, lógicamente me rasqué como degenerado por lo cual las cicatrices no se hicieron esperar. Sigo con marcas pero al verlas recuerdo los días que me alejé de lo que llamamos civilización.

Saludos intergalácticos.

Agradezco a Checo y Manolo, mis compañeros de ruta.

Banco de Oro
Manolo en la Cabaña
Checo y Manolo con los pescadores

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