Las hay grandes y pequeñas, gruesas
y delgadas, algunas lucen bien y otras resultan espantosas, nos avergonzamos de
algunas pero nos enorgullecemos de otras. Las cicatrices son parte de nuestras
vidas y todos tenemos alguna marca que es imborrable en nuestro cuerpo. Según
Juan Gabriel Vásquez en “El ruido de las
cosas al caer”, Premio Alfaguara 2011, las
cicatrices son elocuentes. Coincido completamente con el escritor
colombiano, las cicatrices siempre nos hablan con coherencia, son rastros inequívocos
de que estamos vivos. Las cicatrices no sólo son marcas en nuestra piel, las
cicatrices siempre nos cuentan algo, las cicatrices son historias.
Detrás de cada cicatriz en
nuestro ser se esconde una historia; éstas cuentan aventuras y proezas de la
infancia, son relatos de accidentes que quisiéramos olvidar, son la sombra de
lo fuimos.
Miro mis brazos y veo pequeñas
cicatrices que espero se borren pronto, a ojo de buen cubero podrían parecer el
rastro que dejó la rubiola o el sarampión, pero éstas son el resultado de
una aventura. El pasado mes de diciembre
fui a “Banco de Oro”, playa ubicada
en el estado de Oaxaca; playa completamente virgen en donde sólo viven unas 20
familias de pescadores. El lugar es un verdadero paraíso, un lugar libre de
cualquier complejo turístico, un territorio en donde ni siquiera llega la señal
de Telcel. “Banco de Oro” resulta el
lugar indicado para estar con uno y sus ideas, abunda el silencio y sobra la
paz, sólo están el cielo y la mar.
Alejarse de la civilización
resulta complicado, no es tan romántico como
uno pudiera suponer. No estamos
acostumbrados a estar lejos de la televisión, el internet o un baño con agua
calientita. Estar en un lugar tan rustico resulta perfecto para valorar todo lo
que tenemos y para conocer otra manera de ver la vida, otra forma de vivir. Las
personas que viven ahí son completamente felices y sanas, son personas que se
dedican a la pesca, personas que viven tranquilas sin ser presas del frenesí de
las grandes ciudades.
¿Cuál es el origen de las
cicatrices? Nos quedamos en una cabaña que hace mucho tiempo no tenía visitas y
a los inquilinos no les gustó nuestra presencia, particularmente la mía. Al
decir inquilinos, me refiero a unas terribles hormigas. Éstas se ensañaron
conmigo, dejándome marcas por todo el cuerpo, lógicamente me rasqué como degenerado
por lo cual las cicatrices no se hicieron esperar. Sigo con marcas pero al
verlas recuerdo los días que me alejé de lo que llamamos civilización.
Saludos intergalácticos.
Agradezco a Checo y Manolo, mis
compañeros de ruta.
Banco de Oro |
Manolo en la Cabaña |
Checo y Manolo con los pescadores |
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