Se nos fue un torneo más del futbol mexicano en su modalidad de torneo corto. Poco espectáculo, poca emoción, un poco de influenza y sobre todo gran irregularidad. Pachuca y Toluca están a un nivel superior de los demás participantes de la competición. Comienza la liguilla, un torneo aparte, la cual se espera que sea mucho mejor y la afición lo disfrute.
Lo que nos mantuvo con gran interés a lo largo del campeonato fue el drama del descenso que se definió hasta la última fecha. Tres de los implicados, Tecos, Puebla e Indios de Ciudad Juárez se metieron sorprendentemente a la fiesta grande. Sin grandes jugadores hicieron lo inimaginable, pero de que sirven grandes jugadores, esto es un juego en equipo, importa más la colectividad que la individualidad. El corazón de estos equipos es enorme, mucho más importante que el dinero de Tigres y de Necaxa. El viejo refrán lo dice: Poderoso caballero es Don Dinero. Pero, ¿Qué pasa cuando este caballero es una diva? Se pudre en el averno.
El Necaxa se fue a morir al escenario de sus grandes hazañas, al coloso de Santa Úrsula. Durante los noventas el Necaxa marcó historia, de eso sólo quedan unos cuantos aficionados y el nostálgico recuerdo. En 1995 el Estadio Azteca presenció la final entre los rayos y los cementeros, todo empezó con un cielo azul pero se terminó con una noche triste, el Necaxa se coronó. Un año después derrotaron al sorprendente Celaya del Emilio Butragueño. Hace siete años, en el 2002, los rayos llegaron a su última final contra el América.
Como han cambiado las cosas en siete años, Caín volvió a abusar del Abel, pero está fue la definitiva. Hace siete años las águilas derrotaron al Necaxa en tiempo extra, en esa ocasión el estadio lucia pletórico, no cabía ni un alma más. Siete años después el estadio estaba casi vacío y parecía seguir el veto de la influenza. Está vez Caín mató a su hermanito y lo mandó a la división de ascenso.
¿Dónde quedó el equipo de la década de los noventas? Se quemó en el infierno gracias a sus pésimos dirigentes. En nuestro futbol el descenso no es problema de un torneo, se acumularon más de seis torneos malísimos. No sólo fue la culpa de los jugadores actuales, sino de muchos más. Adiós Necaxa, adiós Abel. Tigres se queda pero no hay nada que festejar, tienen dinero y una gran afición pero no tienen amor propio.
El país sigue en cautela por la temible Influenza, pero nuestro fútbol lleva mucho tiempo contaminado, lleva mucho tiempo infectado, lleva mucho tiempo enfermo. Ojala que la liguilla muestre algo de espectáculo. Espero que el país salga de la contingencia sanitaria y deje el estado de alerta, porque nuestro futbol se encuentra en la fase 6.
Lo que nos mantuvo con gran interés a lo largo del campeonato fue el drama del descenso que se definió hasta la última fecha. Tres de los implicados, Tecos, Puebla e Indios de Ciudad Juárez se metieron sorprendentemente a la fiesta grande. Sin grandes jugadores hicieron lo inimaginable, pero de que sirven grandes jugadores, esto es un juego en equipo, importa más la colectividad que la individualidad. El corazón de estos equipos es enorme, mucho más importante que el dinero de Tigres y de Necaxa. El viejo refrán lo dice: Poderoso caballero es Don Dinero. Pero, ¿Qué pasa cuando este caballero es una diva? Se pudre en el averno.
El Necaxa se fue a morir al escenario de sus grandes hazañas, al coloso de Santa Úrsula. Durante los noventas el Necaxa marcó historia, de eso sólo quedan unos cuantos aficionados y el nostálgico recuerdo. En 1995 el Estadio Azteca presenció la final entre los rayos y los cementeros, todo empezó con un cielo azul pero se terminó con una noche triste, el Necaxa se coronó. Un año después derrotaron al sorprendente Celaya del Emilio Butragueño. Hace siete años, en el 2002, los rayos llegaron a su última final contra el América.
Como han cambiado las cosas en siete años, Caín volvió a abusar del Abel, pero está fue la definitiva. Hace siete años las águilas derrotaron al Necaxa en tiempo extra, en esa ocasión el estadio lucia pletórico, no cabía ni un alma más. Siete años después el estadio estaba casi vacío y parecía seguir el veto de la influenza. Está vez Caín mató a su hermanito y lo mandó a la división de ascenso.
¿Dónde quedó el equipo de la década de los noventas? Se quemó en el infierno gracias a sus pésimos dirigentes. En nuestro futbol el descenso no es problema de un torneo, se acumularon más de seis torneos malísimos. No sólo fue la culpa de los jugadores actuales, sino de muchos más. Adiós Necaxa, adiós Abel. Tigres se queda pero no hay nada que festejar, tienen dinero y una gran afición pero no tienen amor propio.
El país sigue en cautela por la temible Influenza, pero nuestro fútbol lleva mucho tiempo contaminado, lleva mucho tiempo infectado, lleva mucho tiempo enfermo. Ojala que la liguilla muestre algo de espectáculo. Espero que el país salga de la contingencia sanitaria y deje el estado de alerta, porque nuestro futbol se encuentra en la fase 6.
Bolita, por favor.
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