miércoles, 23 de mayo de 2012

El ladrido del borracho


Beef y Beco muy felices
Era un sábado de mayo por la tarde en la ciudad de la eterna primavera, el escenario perfecto para echar una carnita asada. La carne asada se lleva con cervezas y, sobretodo, con amigos.  Llegué temprano a la cita a casa de Beco, aún no llegaban todos los comensales por lo que decidimos destapar unas cuantas frías e hidratarnos. Beef, proveniente de Querétaro, no tardó en llegar y nos acompaño en la ingesta calórica. Los demás invitados acudieron después, todos con la disposición para pasarla en grande.
La comida, cortesía de Beef, estuvo fabulosa, todos acabamos satisfechos y con ganas de seguir conbebiendo. Después de la carne y las chelas es imposible no migrar al fuerte, después de unos buenos cortes y de la cebada llegó la famosa cuba. Una vez que se empieza con el frasco difícilmente se terminará de manera tranquila.
Las cubitas nos iluminaron para entrar en contacto con el reino animal, todos pedimos por Simba, el can de Beco. Nos llamó la atención que estaba muy juguetón pero callado, cuando su principal característica siempre ha sido: ladrar mucho. Nos dimos cuenta que tenía un nuevo collar, éste era un collar anti ladrido; cuando el perro ladra el aditamento le da toques. Debido a nuestro estado etílico nos tardamos un poco en descifrar el funcionamiento de ese artículo; no se activaba con el sonido del ladrido sino con la vibración que se produce cuando se genera el ladrido, para que se genere la descarga se debe de poner en el cuello del can.
El alcohol otorga una lucidez asombrosa, siempre suceden los hechos más insólitos y las aventuras más sorprendentes; el alcohol nos hace hacer cosas que normalmente no haríamos. Nos pusimos el collar de Simba, cada quien en su respectivo turno, y empezamos a ladrar, las descargas fueron descomunales pero plagaron la reunión de risas y diversión. Dejamos nuestro nuevo juguete por un rato, pero cuando ya estábamos bien persas nos dimos toques con singular alegría, a diferencia de los toques-toques que se pueden poner en cualquier parte del cuerpo, el collar de Simba sólo se pone en el cuello  por lo que no dejamos de ladrar en un buen rato.
Al día siguiente tenía un dolor intenso en el cuello, al grado que me dolía tragar saliva, pero son gajes del oficio. La peda te lleva a lugares imprevistos; no sabes cuándo estarás borracho con tus amigos ladrándole a la luna.

Saludos intergalácticos.

Collar similar al utilizado por el pequeño Simba


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