Tener un equipo, en el deporte que sea, es
identificarse con unos colores, es tener sentido de pertenecía, es tener un
ritual los fines de semana. Pero detrás de los gritos y la pasión hay algo más;
los deportes constituyen una fuerte importante para el patrocinio, en éstos las
grandes marcas invierten una suma importante de dinero con la finalidad de
tener una gran exposición. Los equipos obtienen gran parte de sus ingresos
gracias a la venta de espacios publicitarios. Los conjuntos profesionales y las
empresas, de cualquier índole, han creado una relación ganar-ganar; los primeros
ganan dinero y las segundas despliegan su imagen.
Actualmente, los equipos de fútbol utilizan sus jerseys como
vallas publicitarias, pero no siempre fue así. La primera playera con
publicidad en el balompié profesional fue la del Eintracht Braunschweigde la Bundesliga alemana en 1973. La mente detrás de las casacas fue Günter Mast, quien también es conocido por haberle dado proyección internacional al licor Jägermeister. Por unos 28,000 euros, tomando en cuenta el tipo de cambio actual, el Eintracht Braunschweig portó la marca Jägermeister en su camiseta. En esa temporada otros cuatro equipos teutones hicieron lo mismo, dicha tendencia despegó a nivel mundial de manera sorprendente.
Los dividendos que reciben los equipos profesionales de fútbol por parte de sus sponsors resulta desorbitante, era absurdo que sólo las playeras se utilizaran como escaparate para las marcas. Era necesario buscar una vitrina colosal para que las grandes compañías pudieran mostrar su alcance, que mejor que hacerlo con los estadios. Nombrar un estadio con el nombre de una marca o una compañía transnacional es una práctica que se realiza desde tiempo atrás en los deportes norteamericanos como el basquetbol o el fútbol americano. En la NBA, los Chicago Bulls juegan en el United Center, que debe su nombre a la aerolínea United Airlines, los Celtics de Boston juegan en el TD Garden que se llama así debido al patrocinio de un banco.
Los dividendos que reciben los equipos profesionales de fútbol por parte de sus sponsors resulta desorbitante, era absurdo que sólo las playeras se utilizaran como escaparate para las marcas. Era necesario buscar una vitrina colosal para que las grandes compañías pudieran mostrar su alcance, que mejor que hacerlo con los estadios. Nombrar un estadio con el nombre de una marca o una compañía transnacional es una práctica que se realiza desde tiempo atrás en los deportes norteamericanos como el basquetbol o el fútbol americano. En la NBA, los Chicago Bulls juegan en el United Center, que debe su nombre a la aerolínea United Airlines, los Celtics de Boston juegan en el TD Garden que se llama así debido al patrocinio de un banco.
El fútbol no se podía mantener al margen de esta generación
de capital. En la Premier League y en la Bundesliga los casos son incontables.
En España esta acción es incipiente pero hace unos días sonó muy fuerte la
noticia que el Real Madrid podría cambiar el nombre del mítico estadio
“Santiago Bernabéu” por ”Microsoft Santiago Bernabéu”. Hace unos años el
Barcelona rechazó una oferta de 5 millones de euros por temporada por parte de
Qatar Foundation para cambiarle el nombre al histórico Camp Nou.
Existen algunos románticos que ven con malos ojos estas
acciones y preferirían que el estadio de su equipo recibiera el nombre de algún
jugador mítico, un entrenador entrañable, un presidente que sacrificó todo por
el equipo o un héroe de la localidad. La realidad es que el fútbol es un
negocio y un generador de economía, si se quieren hacer grandes fichajes y que
los clubes sigan creciendo es necesario tener más ingresos.
Saludos intergalácticos.
Paul Breitner |
Metlife Stadium |
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